Karl
Kohut[1],
en su escrito “Literatura y memoria” retoma los planteamientos de P. Ricoeur y
del sociólogo M. Halbwachs para desarrollar sus ideas: con P. Ricoeur llega a
la noción de que la memoria esta intrínsecamente ligada a la noción del tiempo
y, que el presente histórico constituye el punto de referencia para la memoria;
con M. Halbwachs introduce elementos como el carácter polifacético de la
memoria: la memoria colectiva. Todos los autores antes mencionados llegan a la
conclusión de que la memoria se edifica y comunica sobre todo con lenguaje y
por él se posibilita y, que la memoria no es solamente individual sino también colectiva.
En la autobiografía de Crespo es interesante observar sus reflexiones
sobre las estrategias de sus personajes (los cienagueros) en cuanto a la aprehensión
de determinados elementos de su cultura, centrándose en las formas de
transmisión de los aspectos culturales y simbólicos, estrategias que
constituyen instancias claves para la reproducción cultural y, a mi entender,
en la cristalización de lugares de la memoria colectiva y de la identidad
individual. La memoria es elaborada, reproducida y resignificada con el fin de
generar conocimientos de su pasado. La presencia de esta memoria colectiva se
trasluce en las prácticas y voces de Crespo que es quien la recrea, por lo que
observar las manifestaciones de la cultura y la actualización de la memoria
efectuada mediante la oralidad, permiten el abordaje de la misma. En efecto, el
recurso a la historia oral que toma Crespo es fundamental, ya que el “testimonio
oral” aparece como un documento histórico que tiende a colocar a la estructura
de la mentalidad individual en el horizonte de una historia social vivida
permitiéndonos conocer la historia del grupo desde la cotidianidad del sujeto.
Considero que esta óptica es aplicable para analizar las huellas, los lugares
de construcción y esencias de la memoria del autor:
También
en mi memoria proliferan esos solares hoscos, esas pausas, esos predios
baldíos: son infinitas las lagunas que tengo que rodear en el intento de
arrancarle algunas uvas al racimito cienaguero. A veces uno se acuerda de una
barca pero no de sus dueños; revive una voz pero no el rostro; recuerda una
palabra pero no a quien la dijo.
-Crespo, José M. (1987) Largo ha sido este día. Bogotá: Plaza y Janes. p. 19