Como
lo afirma J. Pozuelo:
La forma autobiográfica se verá directamente
afectada por la dialéctica memoria/olvido que suscita la ambivalencia de la
escritura como condición de ambas, para determinar el eje de discusión en la
lucha que el género autobiográfico sostiene con esta doble condición de la
escritura: ser memoria y ser olvido.
(Pozuelo, J. (2006). De la autobiografía. Teoría y estilos. Barcelona: Crítica, p.75)
Para este autor, la autobiografía no es
otra cosa que un modelo de combatir, de limitar, de atemperar el olvido de la
escritura. Si la memoria quiere perdurar, no caer en el olvido, requiere
comunicarse para tener receptores que se interesen en perpetuar ciertos
acontecimientos que permitan reconocerse en ellos. Es la misma reflexión que
manifiesta Paul Ricoeur y por ello habla de ‘memoria declarativa’, puesto que
ésta alude siempre a algo: “Decir que nos acordamos de algo, es declarar que
hemos visto, escuchado, sabido o aprehendido algo, y esta memoria declarativa
se expresa en el lenguaje de todos, insertándose, al mismo tiempo, en la
memoria colectiva” (Ricoeur, P. (1999). La lectura del tiempo pasado: Memoria y olvido. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, p. 27).
Por último, es importante, agregar que la memoria de Crespo afirma
cierta influencia de algunos autores en aspectos como el manejo del tiempo, el
subjetivismo y la evocación de recuerdos. En la entrevista que le realicé,
expone que hubo influencia, por ejemplo, de Virginia Woolf, por medio del texto
Las olas, libro en el cual encontró
estar a un paso del vacío ya que cuando lo leyó se sintió interpretado; de
Marcel Proust, admiró la evocación larga y el detalle en sus descripciones; y, de
Albert Camus, la profundidad en los cuestionamientos sociales y conflictos del
ser humano, todo ello comprobable en su autobiografía. “Es el
momento en que regresan los fantasmas, las neblinas, los olvidados sueños.” (Crespo,
J. (1987). Largo ha sido este día. Bogotá: Plaza y Janes, p. 237)