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Viaje al mundo literario narrativo y poético de este escritor a través de toda su obra.



sábado, 17 de agosto de 2013

EL TIEMPO II



     G. Genette (1989) afirma que “El relato es una secuencia dos veces temporal: hay el tiempo de la cosa-contada y el tiempo del relato (tiempo del significado y el tiempo del significante)” (p. 89) y nos invita a comprobar que una de las funciones del relato es la de transformar un tiempo en otro tiempo. En el tiempo, expone varias categorías, la primera de ellas, el “orden”, en la cual se plantea el problema de la ordenación temporal del relato en relación con la historia. Aquí, G. Genette plantea las anacronías narrativas que son todas las diferentes formas de discordancia entre el orden de la historia y el del relato. Estas anacronías pueden orientarse hacia el pasado o el porvenir, más o menos lejos del momento “presente”, y esto lo llama alcance de la anacronía y, también, puede abarcar, duración de historia más o menos larga, a lo que denomina amplitud. Emplea dos términos neutros para evocar fenómenos subjetivos como son la prolepsis, maniobra narrativa que evoca por adelantado un acontecimiento posterior y, analepsis, evocación posterior de un acontecimiento anterior al punto de la historia donde nos encontramos (lo que esta antes en la diégesis: recuerdo, evocación, etc). Se presentan así, retrospecciones (analepsis) y anticipaciones (prolepsis). La amplitud en la autobiografía de Crespo la tenemos ya relacionada en el capítulo II, pero es necesario mirar como su narración está reflejada en analepsis: 

Hace un poco de frío. No es sólo el de la brisa que viene desde los tamarindos. Es el frío de las horas. Es el frío de sentir que ni siquiera la historia de nuestra propia vida es aprehensible. Hay tardes como esta en que la línea única del tiempo se nos enreda entre las manos y entreteje esa urdimbre donde el pasado y el futuro (ambos deslumbradores, infinitos y ciegos) se agarran con un placer de tigres teniendo nuestra esperanza y nuestra vida por nudo del conflicto. Y no podemos siquiera reflejarnos en el agua de los amaneceres o de los tardos años porque nosotros mismos somos tiempo que fluye tiempo abajo y no hay ni puede haber un punto inmóvil en la orilla (no hay siquiera una orilla) desde donde mirar el río que pasa. Sólo nos queda la palabra para conjurar la sigilosa presencia de las horas y llegar a esa playa de lo que pudo haber sido, a ese esplendor, a esa utopía donde nosotros, los que vivimos a medio morir, los incurables, los carcomidos por dentro, encontraríamos la orilla del destino, los finales felices, el bosque de los sueños en donde el oso halla panales, el venado remansos y el duende girasoles. Y, sin embargo, en esas noches de arena en que la sombra de este mundo pasa por los almendros y nos hace sentir que nuestros años no fueron sino un día y pensar que el mañana no ha de durar más que el pasado. (p.27) 
  
y prolepsis, o anticipaciones que muestran de alguna manera su impaciencia narrativa: “Mañana en la mañana, esas hojas oscuras tendrían el verde apasionado que nos hace regresar al pasado” (13). Las analepsis repetitivas desempeñan una función de evocación mientras que las prolepsis desempeñarían un papel de anuncio. (p. 126). Marcas de prolepsis serán: para anticipar, y marcas de fin de prolepsis pero ya es hora de, volver atrás, etc. Cuando existen prolepsis y analepsis en diferentes grados, y sin una clara referencia temporal, estamos ante una anacronía (pérdida de toda referencia temporal). La segunda categoría expuesta por Genette es la “duración”. Para este autor, comparar la “duración” de un relato con la de la historia que cuenta es una operación más difícil, porque según sus palabras “nadie puede medir la duración de un relato” (p. 144). Para Genette es importante analizar cómo se reparte y se organiza la diversidad en principio infinita de las velocidades narrativas, ya que desde esa velocidad infinita, es necesario ver la duración de la historia hasta la lentitud que está dada por la pausa descriptiva en un segmento cualquiera del discurso narrativo. 


GENETTE, G. (1989). Figuras III. Barcelona: Lumen.
 

martes, 13 de agosto de 2013

EL TIEMPO I



     El tiempo es quizás, no sólo el elemento más importante de construcción de esta autobiografía, sino de la construcción intima del autor. En la autobiografía, de doscientas cuarenta apretujadas páginas, la sola palabra “tiempo” esta citada doscientas treinta y ocho veces. De ahí que se pueda decir que su autobiografía sin el fluir del tiempo no es posible. Si echamos una mirada a todos los caracteres que se han enunciado y analizado, observaremos que sin el tiempo no hubieran podido existir. Todos ellos conectados con el tiempo: el examen de conciencia, el proyecto autobiográfico, el espacio, el yo, la memoria, entre otros. 
     Puertas (2004) afirma que “El orden lineal denota una visión androcéntrica, en la que la secuencialidad temporal se divide cronológicamente como principio que organiza la narración”. La mayoría de las autobiografías adoptan una estructura lineal en la que se da una división cronológica para que exista, por lo general, un principio organizativo que da respuesta a preguntas encadenadas que hallan respuesta secuencial. La historia debe ser comprensible, razonada y motivada, pues la conexión de sucesos que se presentan regados en la memoria se ajustan a la coherencia y cohesión del hilo narrativo que el autor dé a la narración y en donde, claro está, el lector contribuye con su interpretación. En la autobiografía de Crespo, la estructura no es lineal y progresiva sino circular y abierta, ya que podemos saltar de los siete a los diez años de edad o de los nueve a los cuatro años, de acuerdo con lo que el autor está manifestando, ya sea dentro de un mismo capítulo o de un párrafo a otro. El lector debe no perder el hilo de la lectura, su pacto con el autor debe ser fiel.


Puertas, F. (2004). Aproximación semiótica a los rasgos generales de la escritura autobiográfica. La Rioja: Universidad de la Rioja, p.154.