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Viaje al mundo literario narrativo y poético de este escritor a través de toda su obra.



sábado, 7 de septiembre de 2013

EL TIEMPO VIII



     El relato crespiano tiende a volverse discontinuo, compuesto de escenas enormes separadas por grandes saltos en el tiempo. Se presenta también una constante sensibilidad a las variaciones del clima: “La casa sola dormía sobre un aire caliente contra la tierra oscura.” (Crespo, 1987:87), “y escuchando esas lluvias eternas de su infancia que humedecían incluso el interior de los árboles en aquellos inviernos en que por los tejados […]” (61). La relación entre lo temporal y lo meteorológico lo desarrolla transversalmente: el regreso de las horas, de las estaciones, de los meses, de los días: “unos almendros que se doblegaban con los huracanes de mayo y de septiembre y una casa […]” (62), “de roca muerta que en los veranos se cundían de bugambilias […]” (59), “sino que madrugaron a visitarlo un viernes y sin tanto problema […]” (51). Muchas de las citas expuestas en párrafos anteriores exponen lo iterativo en palabras como madrugadas, anocheceres, tardes, noches, etc., todo focalizado en el tiempo, y este mismo sustantivo “tiempo” utilizado para expresar toda clase de manifestaciones, veamos uno de los tantos ejemplos que puede mostrar la magnitud de su uso:

El tiempo se cansaba. Entre las fucsias y los colibríes la brisa se iba volviendo aire pesado. Mi conciencia era un ascua púrpura y negra evocando lo que jamás había ocurrido. Hubiera sido suficiente que los bejucos resecos y chirriantes de las parraleras se acercaran un poco para ver unas garras de pájaros de presa o de felinos cerrándose ante mi cara. El tiempo se hacía lento. Cada minuto se iba madurando en la humedad de los helechos y entre la carne oscura de las uvas. Un tiempo extraño (un tiempo que casi podía verse lo mismo que los anillos, vetas y colores del tronco de un roble talado) venía como un pájaro de humo penetrando en las redes del tiempo habitual de cada día, pasaba, se hacía presente en el silencio de la temperatura recordando ese aullido sofocado que se sentía latir en lo profundo de los sones de santería de los negros. Quién lo hubiera creído: había otro tiempo gimiendo por debajo de la monótona música de las horas con un ansia de bestias apareándose que le ponía la carne de gallo a las violetas. Mi sombra lo sabía. Lo había visto en los crímenes, las fugas y las persecuciones por los pasillos y escaleras de las mansiones podridas de los sueños. El tiempo se hacía rumor, un aire denso. (197)

Crespo, José M. 1987. Largo ha sido este día. Bogotá: Plaza y Janés.     

miércoles, 4 de septiembre de 2013

EL TIEMPO VII



     Crespo trata el elemento iterativo para exponer acontecimientos singulares ya que abren una ventana a la duración de sus escritos: “donde noche a noche giraban […]” (1987:134), “esclavo que noche a noche se adormece o se desvela […]” (77), “melancolía que noche a noche parecía cubrir a las enredaderas […]” (126), “y donde noche a noche giraban y giraban los discos de Agustín Lara […]” (134). La categoría de la frecuencia es un aspecto identificable en la autobiografía de Crespo, en cualquiera de los casos que expone G. Genette. Como lo afirmaba anteriormente, esa repetición se da sobre todo con palabras que tienen una relación de significado con el tiempo, otros ejemplos repetitivos en su composición son: “en aquellas noches averanadas en las que parecía que […]” (200), “los calores de las noches averanadas de la temporada […]” (69) “algunas noches averanadas en que las cisternas […]” (132); “En esos atardeceres en que el sol entraba […]” (191), “En esos atardeceres en que los dueños de árboles […]” (243); “y cenicienta luz de los atardeceres difuminando los contornos […]” (130), “deprimente luz de los atardeceres la enmarañaban […]” (100), “que la luz del atardecer se iba juntando alrededor […]” (147), “de la luz del atardecer y los maléficos espíritus […]” (8). Crespo no se cansa de lo que sucedía en Ciénaga, por ello lo repite: “[...] en esas tardes averanadas en que la luz […]” (76), “en esas tardes averanadas en que […]” (239). Otros ejemplos son el enunciado con la palabra madrugada: “En plena madrugada, cuando […]” (177), “En plena madrugada para […] (186), “en plena madrugada y a ciegas […]” (165); El campo temporal con contenidos iterativos se da a lo largo de toda la autobiografía y sería interminable hacer citación de todas las presentes en ellas, así que termino este aspecto de la frecuencia con estos últimos ejemplos: “en esos tiempos en que los […]” (83), “en esos tiempos en que las bandadas […]” (158), “En esos tiempos en que toda la Costa […]” (50), “esos tiempos en que la quina […]” (9).


Crespo, José Manuel. (1987). Largo ha sido este día. Bogotá: Plaza y Janés.

domingo, 1 de septiembre de 2013

EL TIEMPO VI



     Por lo general, Crespo se enfoca en: 1) contar n veces lo que ha ocurrido una vez y, 2) contar una sola vez lo que ha sucedido n veces y es el caso 2 a lo que Genette llama relato iterativo que en este caso “una sola emisión narrativa asume varios casos juntos del mismo acontecimiento” (1989:175), un ejemplo de ello es:

Pronto será de noche. Algo del color de la brisa pasa como la campanada de una campana oscura y astillas de oro caen desde los ojos de las hojas ciegas y desde los murmullos de las olas del aire. Del otro lado del mundo llega el rumor de una cascada. Alguien que junto al fuego talla barquitos de madera blanca remueve de cuando en cuando las cenizas mientras afuera, en la luz muerta, en la negrura de la playa, los pájaros marinos picotean los ojos de un jurel en un rito que deja la arena ensangrentada. Pronto será de noche. Y a todos van a preguntarnos por el amor […]. (Crespo, 1987:242) 
 
     Relatos iterativos que se aproximan bastante al de la descripción:

Es casi noche. Es la hora en que los duendes abren su botella de humo, las orillas comienzan a correr con el río y un hechizo de sombra y pena negra nos cubre de ceniza las olas para que no miremos las visiones del viento que ha de esparcir el polvo que seremos cuando todos nuestros sueños, anhelos y esperanzas sean como si nunca hubieran sido. Es ese mismo viento seco y casi siempre enemigo que en los ocasos amarillos requemaba las rosas y las hojas tardías de los veranos pero que a veces, cuando estaba en vena, dejaba su hambre de guerra y sus caprichos de rey loco, me revelaba enigmas y me daba la vida. Es casi noche, en una playa ocre alguien pinta holoturias oyendo una campana sumergida y pájaros feroces por el vaho neblinoso del rebaño de olas. Tienes un pie en la luna; ponlos ambos y salta, me decía Marina en esas madrugadas en que allá en el fondo del aljibe buscaba el rostro de la mujer amarga. Es casi noche y hasta parece irreal que alguna vez fui un niño entre los mirtos. (p. 244)

     En todo relato iterativo hay distintos rasgos, uno de ellos es el de la determinación, en donde hay una recurrencia que en la práctica puede considerarse ilimitada (Genette, 1989:186), hay una repetición por ejemplo en torno a lo sucedido en determinados tiempos del día, con evocaciones que recurren en los acontecimientos: “Años más tarde, cuando un profesor […]” (Crespo, 1987:156), “Años más tarde, cuando echado en un catre […]” (187). Otro rasgo es el de especificación, uno de los más usados por Crespo, que puede ser indefinido y por lo general está marcado por un adverbio del tipo de: a veces, ciertos días, a menudo, todos los días, etc., ejemplo de éste podrían ser: “ciertos atardeceres en que le daba por […]” (161), “Ciertos atardeceres las casas parecían construidas de […]” (46), “ciertos atardeceres fuertes en que […]” (41), “ciertos atardeceres, al regusto de un anisao […]” (22), “ciertos atardeceres densos de […]” (93), “ciertos atardeceres se cubrían de fantasmas y cenizas […]” (232); “Ciertas noches la casa era […]” (120), “Ciertas noches el patio […]” (151), “ciertas noches en que […]” (57), “Ciertas noches, en cambio […]” (186), “ciertas noches iban dejando […]” (132), “y ciertas noches en que la luna […]” (220), “Ciertas noches las brisas nos traían […]” (136). El último rasgo es el de extensión, el cual es de duración tan corta que no da pie a expansión narrativa alguna, es puntual: “eran las cuatro de la madrugada de aquel martes diecisiete de octubre […]” (82), “Este minuto me recuerda una noche ya perdida […]” (86), “A las seis de la tarde se sentían repicar unas campanas” (75). Estos rasgos conjugan una serie de variantes de orden iterativo que por lo general se conjugan sobre todo de las determinaciones y especificaciones ya que pueden actuar juntos en el mismo segmento narrativo. 


CRESPO, José Manuel. (1987). Largo ha sido este día. Bogotá: Plaza y Janés.

GENETTE, G. (1989). Figuras III. Barcelona: Lumen.