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Viaje al mundo literario narrativo y poético de este escritor a través de toda su obra.



sábado, 5 de octubre de 2013

EL TIEMPO XII



     Con relación al pasado y a la dialéctica temporal, Ricoeur (1999) nos dice que el pasado desemboca en una situación irresoluble, ya que “por un lado, persiste el deseo de fidelidad de la memoria, y, por otro, se impone la falta de fiabilidad de ésta. Desgraciadamente, sólo gozamos de la memoria a la hora de saber si algo sucedió realmente con anterioridad.” (p.84). Ricoeur retoma en este apartado la idea de aplicar al futuro la polisemia entre lo propio, lo próximo y lo lejano emparejado con pasado-presente-futuro. Una relación que encaja muy bien en los escritos de Crespo:

Y no podemos siquiera reflejarnos en el agua de los amaneceres o de los tardos años porque nosotros mismos somos tiempo que fluye tiempo abajo y no hay ni puede haber un punto inmóvil en la orilla (no hay siquiera una orilla) desde donde mirar el río que pasa. Sólo nos queda la palabra para conjurar la sigilosa presencia de las horas y llegar a esa playa de lo que pudo haber sido, a ese esplendor, a esa utopía donde nosotros, los que vivimos a medio morir, los incurables, los carcomidos por dentro, encontraríamos la orilla del destino, los finales felices, el bosque de los sueños en donde el oso halla panales, el venado remansos y el duende girasoles. Y, sin embargo, en esas noches de arena en que la sombra de este mundo pasa por los almendros y nos hace sentir que nuestros años no fueron sino un día y pensar que el mañana no ha de durar más que el pasado,[…]. (Crespo, 1987:127)

     Con relación al carácter pasado en el movimiento de la temporalidad, Ricoeur (1999) inicia su debate con la pregunta ¿Qué sucede con la situación irresoluble en la que ha desembocado el intento de dar un sentido al ‘carácter pasado’ del pasado independientemente de su relación con el presente y con el futuro? (p.93) y aquí nos quiere demostrar que el efecto retroactivo de la intencionalidad del futuro sobre el pasado, es la contrapartida de la influencia inversa de la representación del pasado sobre la del futuro. Y en esta argumentación involucra la categoría de la deuda relacionada directamente con la reflexión sobre el perdón. Según este autor, “El deber de la memoria existe gracias a la deuda que, al conducir la memoria hacia el futuro, la introduce en él.” (p.94). Nos dice que el pasado ya no es, pero que ha sido y esto requiere el decir del relato en la medida en que éste se encuentra ausente.


Crespo, J. (1987). Largo ha sido este día. Bogotá: Plaza y Janés.

Ricoeur, P. (1999). La lectura del tiempo pasado: Memoria y Olvido. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid.


martes, 1 de octubre de 2013

EL TIEMPO XI



     Pero más que al uso de adverbios y tiempos verbales, Ricoeur (1999) quiere hacer referencia a los siguientes temas: el referente de la memoria y de la historia, el pasado y la dialéctica temporal y, por último, el carácter pasado en el movimiento de la temporalidad. Con respecto al primero, empieza con una pregunta “¿Qué significa que algo ha pasado anteriormente, es decir, antes de que nos acordemos o hablemos de ello?” (p.74), pregunta que lo lleva a exponer que es cierto que el presente se encuentra implicado en la paradoja de la presencia de lo ausente, propia tanto de la imaginación de lo irreal como de la memoria de lo anterior. Para este autor, la investigación del pasado histórico conlleva a tres posiciones temporales: “la del acontecimiento que pretendemos estudiar, la de los acontecimientos intercalados entre éste y la posición temporal de historiador, y, por último, el momento de la escritura de la historia” (p.75). Se trata por tanto de tres fechas, dos remiten al pasado y una, al presente. La cuestión aquí es encontrar una solución al enigma del carácter pasado en el marco de una abstracción futura, pues se pone de relieve que el objeto del recuerdo lleve inscrita la señal de la pérdida. “El objeto del pasado cumplido es un objeto perdido (de amor o de odio)” (p.76). Por lo que Ricoeur ve la idea de pérdida como un criterio decisivo del carácter pasado. Por todo esto, el enigma de la pareja “no ser ya”/“haber sido” siempre estará acompañándonos. El enigma de la imagen abarca dos tipos de presencias, la de lo ausente en cuanto irreal y la de lo anterior como pasado. Pero, ¿qué constituye un enigma?, para Ricoeur el enigma posee dos niveles o etapas: el enigma de la señal recurriendo a la metáfora de la señal o de la marca, de la huella dejada por un sello en la cera y, el enigma de la semejanza entre la evocación presente y la marca impresa. Y constituyen un doble enigma porque ponen de relieve el propio enigma, es decir, el doble significado del cuadro y la señal como mera presencia y como remisión a algo ausente, ya se trate del pasado real o de lo irreal (p.77). A esto se suma otro enigma que pone al descubierto la metáfora grafica de la inscripción, o sea la presunta relación de semejanza que existe entre el retrato y el original. “El doble aspecto del enigma del recuerdo se encuentra resumido por completo en este punto: para que la marca o la señal sean el signo de otra cosa, han de designar de algún modo la causa que las ha producido” (p.78). Pero, ¿consiste el recuerdo en una imagen similar al acontecimiento del que guarda una impresión o una huella?, ¿consiste en una reconstrucción? Y de ser así, ¿Cuál es la diferencia entre ésta y una construcción fantástica, es decir, entre la ficción y la propia reconstrucción?. 


Ricoeur, P. (1999). La lectura del tiempo pasado: Memoria y Olvido. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid.