Una de las formas de guardar los recuerdos
proviene del lenguaje, éste aumenta la amplitud de la memoria. Ciertamente, las
convenciones lingüísticas, las palabras que el autor nos presenta tienen un
poder evocador y proporcionan el sentido de lo evocado: la memoria depende de
su palabra, y en tanto que su palabra sólo es posible en el marco de su
sociedad cienaguera, al mismo tiempo, podemos ver que, en la medida que el
autor deja de estar en contacto y comunicación con estos, se encuentra en menor
capacidad de recordar, porque al alejarse del grupo o de la colectividad se
aleja del lenguaje que posibilita narrar lo acontecido tiempo atrás, de ahí que
sea tan importante que regrese a Ciénaga después de tantos años para rememorar
su infancia y todos los hechos acontecidos a partir de observar el patio de su
casa, las ventanas, los paisajes, las calles y, en fin, todo lo que hizo parte
de su vida años atrás.
En
una íntima forma de silencio que se sentía gemir bajo las altas sombras de los
árboles, volvieran de los ayeres sin regreso, del pasado expectante y de los
arenales donde resuena el viento del destino a la tierra del atardecer, a
nosotros, al sol menesteroso del presente, las memorias perdidas en el país del
mañana, el rojo de oro de los sueños, las hojas de nervaduras negras del
olvido, a prepararle un nuevo comienzo a la esperanza.
- CRESPO, José M. (1987). Largo ha sido este día. Bogotá:Plaza y Janes, p. 73.