El tiempo es quizás, no sólo el elemento más importante de construcción
de esta autobiografía, sino de la construcción intima del autor. En la
autobiografía, de doscientas cuarenta apretujadas páginas, la sola palabra
“tiempo” esta citada doscientas treinta y ocho veces. De ahí que se pueda decir
que su autobiografía sin el fluir del tiempo no es posible. Si echamos una
mirada a todos los caracteres que se han enunciado y analizado, observaremos que
sin el tiempo no hubieran podido existir. Todos ellos conectados con el tiempo:
el examen de conciencia, el proyecto autobiográfico, el espacio, el yo, la
memoria, entre otros.
Puertas (2004) afirma que “El orden lineal denota una visión androcéntrica, en la que la
secuencialidad temporal se divide cronológicamente como principio que organiza
la narración”. La mayoría de las autobiografías adoptan una
estructura lineal en la que se da una división cronológica para que exista, por
lo general, un principio organizativo que da respuesta a preguntas encadenadas
que hallan respuesta secuencial. La historia debe ser comprensible, razonada y
motivada, pues la conexión de sucesos que se presentan regados en la memoria se
ajustan a la coherencia y cohesión del hilo narrativo que el autor dé a la
narración y en donde, claro está, el lector contribuye con su interpretación.
En la autobiografía de Crespo, la estructura no es lineal y progresiva sino
circular y abierta, ya que podemos saltar de los siete a los diez años de edad
o de los nueve a los cuatro años, de acuerdo con lo que el autor está
manifestando, ya sea dentro de un mismo capítulo o de un párrafo a otro. El
lector debe no perder el hilo de la lectura, su pacto con el autor debe ser
fiel.
Puertas, F. (2004). Aproximación semiótica a los rasgos
generales de la escritura autobiográfica. La Rioja: Universidad de la Rioja, p.154.
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