Pero más que al uso de adverbios y tiempos
verbales, Ricoeur (1999) quiere hacer referencia a los siguientes temas: el
referente de la memoria y de la historia, el pasado y la dialéctica temporal y,
por último, el carácter pasado en el
movimiento de la temporalidad. Con respecto al primero, empieza con una
pregunta “¿Qué significa que algo ha pasado anteriormente,
es decir, antes de que nos acordemos o hablemos de ello?” (p.74), pregunta que
lo lleva a exponer que es cierto que el presente se encuentra implicado en la
paradoja de la presencia de lo ausente, propia tanto de la imaginación de lo
irreal como de la memoria de lo anterior. Para este autor, la investigación del
pasado histórico conlleva a tres posiciones temporales: “la del acontecimiento
que pretendemos estudiar, la de los acontecimientos intercalados entre éste y
la posición temporal de historiador, y, por último, el momento de la escritura
de la historia” (p.75). Se trata por tanto de tres fechas, dos remiten al pasado
y una, al presente. La cuestión aquí es encontrar una solución al enigma del carácter pasado en el marco de una
abstracción futura, pues se pone de relieve que el objeto del recuerdo lleve
inscrita la señal de la pérdida. “El objeto del pasado cumplido es un objeto
perdido (de amor o de odio)” (p.76). Por lo que Ricoeur ve la idea de pérdida
como un criterio decisivo del carácter pasado. Por todo esto, el enigma de la
pareja “no ser ya”/“haber sido” siempre estará acompañándonos. El enigma de la
imagen abarca dos tipos de presencias, la de lo ausente en cuanto irreal y la de
lo anterior como pasado. Pero, ¿qué constituye un enigma?, para Ricoeur el
enigma posee dos niveles o etapas: el enigma de la señal recurriendo a la
metáfora de la señal o de la marca, de la huella dejada por un sello en la
cera y, el enigma de la semejanza entre la evocación presente y la marca
impresa. Y constituyen un doble enigma porque ponen de relieve el propio
enigma, es decir, el doble significado del cuadro y la señal como mera
presencia y como remisión a algo ausente, ya se trate del pasado real o de lo
irreal (p.77). A esto se suma otro enigma que pone al descubierto la metáfora
grafica de la inscripción, o sea la presunta relación de semejanza que existe
entre el retrato y el original. “El doble aspecto del enigma del recuerdo se
encuentra resumido por completo en este punto: para que la marca o la señal
sean el signo de otra cosa, han de designar de algún modo la causa que las ha
producido” (p.78). Pero, ¿consiste el recuerdo en una imagen similar al
acontecimiento del que guarda una impresión o una huella?, ¿consiste en una
reconstrucción? Y de ser así, ¿Cuál es la diferencia entre ésta y una
construcción fantástica, es decir, entre la ficción y la propia
reconstrucción?.
Ricoeur, P.
(1999). La lectura del tiempo pasado:
Memoria y Olvido. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid.
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