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Viaje al mundo literario narrativo y poético de este escritor a través de toda su obra.



martes, 1 de octubre de 2013

EL TIEMPO XI



     Pero más que al uso de adverbios y tiempos verbales, Ricoeur (1999) quiere hacer referencia a los siguientes temas: el referente de la memoria y de la historia, el pasado y la dialéctica temporal y, por último, el carácter pasado en el movimiento de la temporalidad. Con respecto al primero, empieza con una pregunta “¿Qué significa que algo ha pasado anteriormente, es decir, antes de que nos acordemos o hablemos de ello?” (p.74), pregunta que lo lleva a exponer que es cierto que el presente se encuentra implicado en la paradoja de la presencia de lo ausente, propia tanto de la imaginación de lo irreal como de la memoria de lo anterior. Para este autor, la investigación del pasado histórico conlleva a tres posiciones temporales: “la del acontecimiento que pretendemos estudiar, la de los acontecimientos intercalados entre éste y la posición temporal de historiador, y, por último, el momento de la escritura de la historia” (p.75). Se trata por tanto de tres fechas, dos remiten al pasado y una, al presente. La cuestión aquí es encontrar una solución al enigma del carácter pasado en el marco de una abstracción futura, pues se pone de relieve que el objeto del recuerdo lleve inscrita la señal de la pérdida. “El objeto del pasado cumplido es un objeto perdido (de amor o de odio)” (p.76). Por lo que Ricoeur ve la idea de pérdida como un criterio decisivo del carácter pasado. Por todo esto, el enigma de la pareja “no ser ya”/“haber sido” siempre estará acompañándonos. El enigma de la imagen abarca dos tipos de presencias, la de lo ausente en cuanto irreal y la de lo anterior como pasado. Pero, ¿qué constituye un enigma?, para Ricoeur el enigma posee dos niveles o etapas: el enigma de la señal recurriendo a la metáfora de la señal o de la marca, de la huella dejada por un sello en la cera y, el enigma de la semejanza entre la evocación presente y la marca impresa. Y constituyen un doble enigma porque ponen de relieve el propio enigma, es decir, el doble significado del cuadro y la señal como mera presencia y como remisión a algo ausente, ya se trate del pasado real o de lo irreal (p.77). A esto se suma otro enigma que pone al descubierto la metáfora grafica de la inscripción, o sea la presunta relación de semejanza que existe entre el retrato y el original. “El doble aspecto del enigma del recuerdo se encuentra resumido por completo en este punto: para que la marca o la señal sean el signo de otra cosa, han de designar de algún modo la causa que las ha producido” (p.78). Pero, ¿consiste el recuerdo en una imagen similar al acontecimiento del que guarda una impresión o una huella?, ¿consiste en una reconstrucción? Y de ser así, ¿Cuál es la diferencia entre ésta y una construcción fantástica, es decir, entre la ficción y la propia reconstrucción?. 


Ricoeur, P. (1999). La lectura del tiempo pasado: Memoria y Olvido. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid.

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